El presente de nuesto país no es esperanzador. Cada día nos damos cuenta de que la violencia, la inseguridad y la corrupción a las que estamos acostumbrados no tienen límites, aumentan cada momento demostrando que siempre puede ser peor. Duele ver al niño que se arrastra en el metro para limpiar los zapatos de un usuario por dos pesos. Desconcierta que el crimen organizado abuse de la paranoia social haciendo llamadas por secuestros virtuales, halando de un hermano que ni siquiera existe. Historias de excesos como el asaltante que vende a sus víctimas con alguna banda de secuestradores se vuelven cada vez más comunes ¿Estamos dispuestos a seguir viviendo en esta atmósfera de inseguridad?
Por eso el pasado 30 de septiembre nos unimos a la sociedad civil que formó una cadena humana sobre insurgentes para presionar a las autoridades que escogimos para que encuentren opciones, para que busquen nuevas y efectivas soluciones y para que busquen el diálogo. Necesitamos que las autoridades de nuestro país, sin distinción de origen, lengua o ubicación geográfica, nos escuchen. Hablarles fuerte y claro. Alzar la voz para recordarles que es su responsabilidad proteger a cada ciudadano del país.
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